lunes, 2 de enero de 2017

Cuando fui niña y también parte de mi etapa de adolescente, le pedía mucho a Dios, varias cosas, y sin duda uno de los pedidos más frecuentes era que mis papás no se divorciaran. Comulgaba y hacia todas esas cosas para ser una niña buena y así me hiciera caso. Pero llego el día en que mis papás se divorciaron. No sé exactamente cuando dejé de creer en él. Ahora no es que no crea en Dios, sí creo en él, aunque no lo llamo Dios y también es cierto que aunque he llegado a aceptar y a cree en su existencia, lo cierto es que me queda claro que  eso que Dios, sea lo que sea que es, no está para ayudarme, para cumplir mis peticiones, al menos no a mí, no sé si a los demás. Así que no es que no crea en Dios, sino que no quiero volver a pedirle nada porque no quiero enojarme con Dios, no quiero volver a sentir decepción hacia Dios por no darme lo que quiero, aún siendo Dios.

Punto número dos. Siguiendo con la onda sincer, esto es algo que me ha costado mucho trabajo decirme a mi misma y vaya que me lo he ocultado durante años: quiero casarme, tener uno o dos hijos, formar una familia y ser feliz con eso. Realmente es lo que más anhelo vivir y lo que siento que hace falta en mi vida. Y aquí me pasa algo parecido al tema de Dios y es que me aterraba el hecho de hacérmelo ver a mi misma, no quería, intentaba protegerme a mi misma de una gran desilusión y tampoco quería aceptarlo porque no quiero sentirme resentida y enojada con la vida porque no suceda, así que durante años he tratado de llevarlo a lo más escondido de mí, en una especie de intento de protegerme, pero aunque haya estado bien oculto, resulta que hace rato tome la decisión de ser sincera conmigo misma y no pude más que estallar en llanto y aceptar esta verdad en mí. Así que esa es mi gran verdad, sí quiero todo eso, pero no quería aceptarlo porque ya sabía que me iba a doler ver que no existe eso en mi vida y muy seguramente nunca sucederá y me volveré una amargada.

Cosa número tres: no quiero ser feliz porque creo que si vivo algo muy bueno y que desee mucho, entonces luego tendré que pagar el precio por ello y después vendrá un gran sufrimiento a mi vida, para pagar por lo feliz que soy. Suena loco, pero es cierto que creo eso. Nuevamente es una manera más de protegerme, de cuidarme, de evitarme sufrimiento y pesar de la buena intención, de todos modos sufro y me duele. Por eso aunque sufro, me siento más tranquila viendo cómo mis grandes deseos y anhelos no se manifiestan en la realidad, no vivo la vida que anhelo, pero me siento segura porque entonces estoy evitándome un gran sufrimiento, esa es la lógica en todo esto.

Y la última verdad sobre la que quiero escribir, aunque no por eso no haya más, es que independientemente de cualquier cosa externa y de mi relación con Dios, lo cierto es que yo no creo que merezca lo que deseo, lo que anhelo, el que mis sueños se hagan realidad, el merecer muchas de las cosas buenas que deseo y que no tengo y no suceden. No sé por qué, pero no puedo darme ese permiso de corazón, aun cuando he tratado de convencerme de que sí, muy dentro de mí no lo siento, no lo permito.







 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario